Reflexión de Sontag: capítulos I y II


En esta reflexión se hablará de los primeros dos capítulos vistos en clase del libro Sobre la fotografía, de Susan Sontag. 

Capítulo I
En la caverna de Platón, es el título que le asigna Sontag al primer capítulo de su libro.  Si usáramos un diagrama de venn, se puede ubicar la fotografía entre el arte y la verdad, porque es una fracción de representación real del mundo, existe un límite entre lo que capta la cámara y lo que no. Una foto no nos puede describir la realidad en su totalidad. Tomar una foto es un acto selectivo. Sontag menciona que toda fotografía puede entablar una relación más ingenua y por lo tanto más precisa, con la realidad visible que otros objetos miméticos. Este último pensamiento puede asociarse a la alegoría de la caverna, porque una fotografía es una herramienta que puede mantener a alguien dentro de este espacio donde sólo creemos en las ideas, en las sombras. La foto es una evidencia parcial en función de quien la toma.  Sólo sabemos algo del mundo si lo aceptamos tal cual lo mostró la cámara ¿En verdad deberíamos creerle a la imagen de una foto? . No puedo afirmar lo anterior. 

En Farm Security Administration de los años treinta, Evans, Lange, Lee , etc; tomaban miles de fotos hasta quedar satisfechos con el resultado. En cualquiera de las fotos ya tomadas se tiene una evidencia, pero ellos también buscaban un aspecto adecuado, una expresión precisa que respaldara las nociones que esperaban que fueren captadas ( la luz, la textura, la geometría, etc). 
De cualquier manera, Sontag es certera cuando afirma que el mundo está dentro de una atmósfera de voyeurismo al tomar fotografías, porque se obliga a hacer uniforme la "significación" de los acontecimientos. Muchas de las ideas que plantea Susan perduran hasta hoy, como el hecho de que las cámaras son omniprescentes, por si cualquier hecho es digno de fotografiarse, ése hecho se vuelve inmortal. Ahora existen espacios virtuales y tangibles en los que se pueden conservar las fotos, por siempre. 

Si fotografiar a alguien es como cometer un crimen de asesinato blando, ¿entonces también lo sería si la fotografía es constructiva?. Cuando tomas la foto de alguien, Sontag asegura que la violas, porque tienes una imagen de un individuo que en efecto se puede poseer de forma simbólica. En algún momento he sentido eso con las fotografías de recuerdos de fiestas con personas cercanas; siento  culpa al no querer borrar ese momento, teniendo una prueba tangible; porque además cada vez que quiera puedo regresar a ese momento viendo la imagen. Ahí es donde transgredo la imagen real de esas personas, porque el tiempo sigue siendo nítido, está congelado, y al mismo tiempo las quiero y las disfruto porque me estoy aprovechando de ese epílogo de realidad, es un acto cínico. 

Con el paso del tiempo, si se repiten las fotos de un mismo tema, o en la medida que se conservan imágenes de momentos no antes vistos, los que en un principio adquirieron mayor realidad, una vez que existen la van perdiendo. Se pierde el primer impacto de la imagen conforme hacemos consciencia de que perdura en el tiempo, se difumina la sorpresa y el impacto primerizo. Es una realidad triste si uno disfruta mas de la primeridad de las fotos ( diría Charles Pierce).  Sontag lo resume con la frase " el impacto ante las atrocidades fotografiadas se desgasta con la repetición".  Eso demuestra que la fotografía no es necesariamente benigna porque comparte el mismo caso que ocurre con la pornografía. 


Capítulo II 


¿Qué es digno de fotografiarse?. ¿Quién decide si lo bello debe ser conservado en una imagen? ¿Qué es lo que entra en la categoría de lo bello?. La respuesta una cadena de hechos que desglosan esas preguntas, desde que Steichen fotografía la botella de leche en la escalera de incendios en la casa de vecindad, hay una transgresión a la noción de belleza que se había idealizado hasta ese momento. "cada objeto, condición, combinación o proceso preciso exhibe una belleza". 

Las fotos de Steichen transmitieron una calidez tranquilizadora, por el aspecto que complace hacia los espectadores.  Afirma Sontag que "la selección fotogrñafica de Steichen supone una condición humana o naturalez humana compartida por todos", oculta los aspectos que en ese momento no se habían pensado retratar, como las injusticias e indiferencias, o los conflictos propiamente humanos. 
Su némesis es Diane Arbus, que incluso decidió sumergirse en el campo de lo grotesco para dejar del lado su sentir de seguridad y tranquilidad vital. Las fotos de Arbus proponen la contraparte de Steichen, un conjunto de seres extraños que se encuentran aislados del mundo, con relaciones atrofiadas por su misma condición física. 
Lo vital de esta dualidad entre fotógrafos es lo que se puede adquirir de cada uno, aunque considero que Arbus puede ser más interesante por la época, estamos hablando de los años setentas. En carne propia y quizá por falta de investigación son contadas las fotos donde como espectador se busca tener una identificación con esa contraparte de la humanidad arquetípica; con la foto del gigante volteando a ver a sus padres en el cuarto, es inevitable no sentir algo de identificación con los "parias" y desafortunados protagonistas de dichas fotografías.  Eso puede ocurrir si se recorre el mercado del centro de Mérida, que es un equivalente a la merced de la ciudad de México, se ven personas deformes, angustiadas y hartas de sus acciones, intriga por sus pensamientos y posturas físicas. No sabemos si se ven a sí mismos como nosotros podríamos verlos a ellos, y tampoco sabemos si tienen consciencia respecto a lo horrible y grotesco que puede ser su apariencia. 

Si ya habíamos dicho que cuando registras la imagen de alguien, se comete un asesinato blando y metafórico, Sontag estipula también que ése individuo al enfrentarse a la cámara, se está revelando su esencia de sujeto per sé. Difiero en esta regla, porque puede que quien esté retratado no tenga noción de ello, entonces tendría otra esencia, y por lo tanto quien vea la foto puede tener otra percepción diferente de la que se está buscando.  Sólo si la solemnidad del personaje se une con su revelación de esencia, entonces es parte del mismo asesinato; sometes a esa persona a mantenerse congelada y nítida en un instante. Es poco probable que esto suceda si el modelo no está dispuesto a darlo. 

 En cualquier caso, se vuelve un acto de poder, de pertenencia, aunque sea a favor del asombro, o de la difusión de temas conocidos y por conocer. Arbus pierde poder en sus fotos en el punto donde lo monstruoso se convierte en una zona de fácil acceso, por lo mismo de la repetición de imágenes, de lo sexualmente denigrante, lo "emocionalmente hueco".
Estados Unidos visto por fotografías, oscuramente, es el título adecuado para este segundo capítulo, por el desglose que tuvo Arbus desde el principio y que perdura hasta hoy,  donde este país del que se habla "es un desfile de monstruosidades, una tierra baldía". En ese país sigue siendo exótico el monstruo privado, feo, inaceptable, como lo es el estadounidense medio, son igual de insólitos. Un bar gay y un manicomio, ambos son fascinantes, de cierta forma ocultos ( en su momento), incluso peligrosos. 








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